AL MUNDO LA FALTA UN TORNILLO
Escrito por Jorge Bonica Sierra en la sección Columnas.
Publicado el 15/09/2017 19:02:28
Muchas veces cuando me voy acostar en la noche, me ronda algo en la cabeza y no me puedo sacar la idea que al mundo le falta un tornillo, como dice el tango que interpretó Carlos Gardel y Julio Sosa.
Parecería que quienes tienen la responsabilidad de llevar adelante iniciativas de políticas para la sociedad uruguaya, pensaran totalmente a la inversa de cómo pienso yo.
Es posible que con mis 64 años me esté quedando viejo, o lo que pregono sea antiguo. Pero hay cosas puntuales que sigo sin entender, por más que les aseguro a mis lectores, que hago denodados esfuerzos, para percibir algunas cosas que han pasado en los últimos tiempos.
Cuando escucho al Presidente de la República y muchos otros actores sociales y políticos, que quieren legalizar el consumo de marihuana, que el hijo de Lacalle propone que se permita a los consumidores plantar la droga en sus casas, juro que no logro entender bajo ningún concepto, el razonamiento que los llevó a eso. Escuché los argumentos con total y absoluta atención, pero sigo pensando, que la marihuana es el principio del camino al infierno, que resulta caer en las adicciones de droga y alcohol.
Cuando analizo que una mayoría de legisladores aprobaron el aborto por voluntad de las mujeres que quedan embarazadas, tampoco logro una explicación coherente.
Resulta que ahora no importa si quedás embarazada, porque el Estado te da la chance de matar a tu bebé y seguir abriendo las piernas con absoluta falta de respeto, que no pasa nada.
Yo no me voy a poner tan dramático de decir, que se asesinan a cientos de niños todos lo meses, pero sí quiero decir, que es un ser viviente, que no le dieron la oportunidad de salir de la panza de su madre y antes lo mataron. Creo que es fomentar el atorrantismo, la falta de educación y la irresponsabilidad, que vemos en tantas adolescentes, que no se cuidan de quedar embarazadas.
¿Inversores?
Cuando escucho que hay que traer al Uruguay inversores para dar trabajo, no me como la pastilla. Vienen para ganar millones y no para invertir millones.
Cuando veo que se quiere instalar la minería de cielo abierto y destruir nuestras tierras, me parece que estamos colectivamente locos. Basta para que cualquier uruguayo que tenga alguna duda, vaya a la ciudad de Minas y se asombre, se sorprenda y seguramente se asuste, de ver lo que han hecho allí con nuestra tierra los cementeros.
Cuando veo en el gobierno de Lacalle que se vota una ley de forestación, sacándole todos los tributos y beneficiando a muchísima gente con las nuevas cotizaciones de sus campos, me doy cuenta que no estaba equivocado, ya que ahora hay medio país destruido y solo un puñadito de vivos, que llegaron a este país pensando que somos indios y nos colonizaron de nuevo, para llevarse con sus pasteras nuestras riquezas y quedando nada o poco en el Uruguay. Me gustaría que el ministro de Trabajo, al que considero el mejor del gobierno progresista, se interne en las áreas forestadas y vea en qué situación trabajan los uruguayos, metidos en esos montes muchas veces en carpas y en situaciones infrahumanas, ganando vintenes por su trabajo.
Salario mínimo Nacional.
Y para colmo de males, escucho a estos brillantes líderes sindicalistas del PIT CNT pedir la reivindicación del salario y gritar a los cuatro vientos, que el sueldo mínimo de los uruguayos sea de 12 mil pesos. Seguramente estos sindicalistas ganan cuatro o cinco veces más que 12 mil pesos y deberían saber, que con 12 mil pesos hoy no vive nadie.
Sin embargo hay muchas cosas que me gustaría escuchar. Que nuestros principales líderes políticos, sindicalistas, actores sociales, se den cuenta que el problema de la inseguridad comienza por la corrupción policial y su asociación delictiva con las mafias de narcotraficantes que están en nuestro país.
Que alguien grite que tenemos 30.000 orientales, preparados física y mentalmente para combatir, que están metidos jugando a la guerra adentro de los cuarteles y que solamente por el recuerdo y el dolor, que se sufrió en este país, con la violación de los derechos humanos con la dictadura, no recurrimos a ellos.
Si serán cagones algunos políticos, que se animan apenas a decir, que deberíamos pasar 2.000 o 3.000 militares a la órbita del Ministerio del Interior. Es tanto el miedo a perder votos, que les quieren cambiar el uniforme verde por el azul, para combatir la delincuencia en las calles. Pero nadie se anima a decir: “no, saquemos a la calle todos los vehículos nuevos, las ambulancias, los helicópteros, las armas para combatir la delincuencia y lograr que los uruguayos vivan medianamente en paz, ya que no sabemos si salimos a la calle, si volvemos con vida o aparece cualquier delincuente, por más menor que sea y te mate como a un perro rabioso”.
Declararle la guerra a las drogas.
Cuánto me gustaría escuchar al Presidente de la República o a sus ministros o a los líderes de la oposición salir a la televisión y en vez de decir esa cantidad de payasadas reiteradas en búsqueda de votos, digan claramente que le declaran la guerra a las drogas y a los narcotraficantes en el Uruguay y que los legisladores se animen a poner penas ejemplarizantes a quienes están envenenando a nuestra juventud y echando a perder generaciones enteras de uruguayos.
A nadie escuché, que hay que tener institutos con todos los medios técnicos y docentes en el Uruguay, para la recuperación de los adictos al alcohol y las drogas.
A nadie pude escuchar decir, que los centros nocturnos bailables de todo el país, se han transformado en antros de perdición, donde se permite cualquier tipo de drogas y alcohol.
Parece que de todo eso no se puede hablar y si lo haces, sos antiguo, o un viejo, o decís pavadas.
Ya los uruguayos nos tenemos que dar cuenta que algo cambió rotundamente y meter violín en bolsa, encerrarnos en nuestras propias vidas y permitir lo que antes no se permitía: la falta de respeto, la inmoralidad permanente, que observamos en cualquier lugar y hasta en la vía pública. La violación al derecho humano más importante, que es el derecho a la libre expresión en los medios de comunicación, sea moneda corriente.
Parece que vivimos en otro mundo. Que se nos han ido de las manos generaciones enteras y que vamos rumbo a la peor tragedia social, económica y cultural que pueda recordar este querido país que se llama Uruguay.
Por mi parte seguiré luchando hasta el último suspiro y les confieso, que ya a esta altura, después de recibir tantas críticas y ataques despiadados del sistema político y judicial, no sé de dónde saco fuerzas. Pero las tengo.